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viernes, 1 de febrero de 2008

Rehabilitación del Convento de los Mínimos de la Victoria, Zaragoza

La recuperación del edificio del siglo XVII ha combinado el respeto histórico con la nueva orientación del espacio como Museo del Fuego

Las obras de recuperación del antiguo Convento de los Mínimos de la Victoria, ubicado en la calle Ramón y Cajal, angular a Pignatelli, han culminado después de tres años de trabajo, que han servido para poner en valor este edificio de carácter barroco clasicista, construido entre los siglos XVI y XVII. La intervención ha sabido combinar el respeto a la arquitectura monástica de la época y la nueva orientación del espacio, que albergará el Museo del Fuego y de los Bomberos de Zaragoza.

La restauración de este edificio, de gran monumentalidad y de casi 6.000 metros cuadrados de superficie construida, ha supuesto una inversión de 7.180.421 euros, aportada a partes iguales por el Ayuntamiento de Zaragoza y el Ministerio de Fomento, quien además adjudicó los trabajos, tras el correspondiente concurso, a la empresa FCC Construcciones.

El proyecto de rehabilitación, realizado por el arquitecto municipal José Javier Gallardo, tuvo que hacer frente a un inmueble muy deteriorado y que tras la desamortización de Mendizábal, en 1835, fue reconvertido sucesivamente en cuartel, escuela, y viviendas, entre otros usos, que terminaron por influir en su estado general de conservación.

Consolidación del edificio

Las primeras actuaciones recuperadoras que se realizaron en el edificio se remontan al año 2002 y pusieron de manifiesto la comprometida estabilidad de los muros, con una fuerte disgregación del adobe y del tapial que les daban forma. Las obras se paralizaron hasta septiembre de 2004, fecha en la que ya se dispuso de una solución arquitectónica capaz de consolidar el convento de Los Mínimos de la Victoria. De hecho, una estructura metálica exenta de los muros es la que se encarga de repartir las cargas y de aportar solidez a este inmueble, que fue construido en varias etapas y con materiales pobres. Desde ese momento, la recuperación se ha seguido sin sobresaltos y ajustándose a los plazos previstos.

El conjunto conventual contaba además con una iglesia, que fue derruida a finales del siglo XIX o principios del XX, y en cuyo espacio se ubicó el primer parque de Bomberos de Zaragoza (hoy parque número 2), que ya fue modernizado y recuperado por el consistorio de la capital aragonesa en una fase anterior. La rehabilitación recién concluida, del que será el futuro Museo del Fuego, se ha centrado en el recinto del claustro: fachadas interiores, patio y las alas sur y oeste del inmueble.

Respeto a los orígenes

En la restauración se ha optado por conservar y resaltar todos los elementos que definen el estilo original del edificio ¿cúpula barroca, sótano de arcos de ladrillo, forjados de madera, fachadas primitivas y sobre todo el patio claustral, al que se le ha dotado de una cubierta--, y por recrear algunos otros que se han perdido tras los múltiples avatares que ha sufrido el convento, como muchas de las bóvedas de arista de la galería de la planta baja. Además ha logrado dotar de flexibilidad a los nuevos espacios útiles del inmueble, e inducir ya los recorridos que formarán parte del futuro proyecto museístico.

La introducción de materiales como los hormigones hidratados, la madera, los policarbonatos translúcidos, los aceros, y las pinturas antioxidantes contribuyen a crear atmósferas de sosiego y reposo y una arquitectura en la que se reencuentran el pasado y el futuro. El color del edificio combina la neutralidad de la cal tintada en negro de algunos muros y de las fachadas exteriores, con el blanco de la cúpula barroca y el rojo, que salpica los techos y el claustro en clara alusión al fuego.

Actuación arquitectónica

El conjunto museístico se organizará en cuatro plantas (sótano, baja y dos alzadas), que conforman una U, en uno de cuyos extremos se radica el parque de Bomberos.

El acceso se establece a través de la plaza de la Victoria, por la fachada que diseñó Ricardo Magdalena. Este espacio sorprende por el tratamiento de la cubierta en la que se recrea la idea del antiguo artesonado. Este elemento se completa con la colocación de placas separadas del lienzo superior, que crean juegos de luces y sombras e incorporan el blanco y el rojo, como en otras zonas del edificio.

En este ámbito se localizará la recepción de visitantes, la tienda, la cafetería, el taller de restauración de vehículos antiguos, zona de exposición temporal, los aseos y el salón de actos para 150 personas, que destaca por su techo escultural, a base de placas irregulares de policabornato, que provocan diferentes incidencias de la luz, que también juega con matices de blanco y rojo. El salón cuenta con un servicio de traducción simultánea.

El suelo de este espacio es de hormigones especiales con capa hidratada. De este nivel arranca una escalera reconstruida y encajada en paredes tintadas en negro, que está coronada por una cúpula barroca, recubierta de cal para resaltar sus detalles y su belleza, También desde la planta baja puede accederse al claustro del viejo convento, que constituye, sin duda, una de las señas de identidad del edificio de los Mínimos de la Victoria.

En las plantas alzadas se han acondicionado los usos administrativos del edificio, los almacenes, aularios interactivos, dos salas por planta para exposiciones permanentes, que se organizan en forma de L, distribuidos por pasillos en los que se mantienen los óculos del viejo convento. La biblioteca se resuelve como un cuerpo independiente, que arranca de la primera planta y se desarrolla en tres niveles, situando su cota máxima por encima de la del resto del conjunto, tal y como aparece documentado en los planos históricos de 1.867. El suelo de los nuevos espacios es de madera maciza y los techos consiguen unidad con la utilización en todos ellos de policarbonatos.

Un cuerpo de cinc y de vidrio en el altillo, que recorre la L que conforman las áreas de exposición, se encarga de aportar luz cenital a toda la zona museística, ya que las ventanas se han eliminado.

El patio del claustro tiene un tratamiento especial y muy cuidado. En la galería, se han logrado conservar algunas bóvedas de crucería típicas de la arquitectura monástica y se han evocado en el bajo techo construido en pladur a lo largo de los porches. También se ha actuado en los muros interiores de ladrillo viejo, con trabajos de limpieza, rejuntado, restauración y zonas de nueva construcción. La solución final, mediante la aplicación de un tinte rojizo y pintura transparente, da unidad al conjunto y permite distinguir a simple vista los materiales nuevos de los viejos.

En el patio han surgido además unos descansillos de obra, a modo de bancos, a los que se llega a través de un pavimento de color, que actúa como una alfombra. Estos elementos permitirán al visitante un cierto reposo y contemplar tanto el recinto como las exposiciones con tranquilidad.

El claustro dispone de una cubierta ligera que, además de proteger de la insolación o de la lluvia, acentúa, de nuevo, el juego de luces que se propicia en todo el edificio.

El sótano de arcos de ladrillo es otra de las piezas de excepción del conjunto, que se ha recuperado tal y como era en su origen.

Finalmente, el tratamiento de los muros exteriores se ha completado con una tonalidad gris, que lo destaca del conjunto del caserío de la zona y le aporta singularidad. Las ventanas clausuradas se insinúan tras una serigrafía en tres dimensiones, realizada en un trabajo por ordenador.

Antecedentes históricos

El Convento de los Mínimos de la Victoria, orden de San Francisco de Paula, de Zaragoza, se fundó en 1576 y contó con la colaboración y el apoyo del tercer Conde de Aranda, Juan de Urrea, el Justicia de Aragón, Juan de Lanuza, entre otros notables.

La edificación se acometió en varias etapas constructivas a lo largo de las últimas décadas del siglo XVI y las primeras del XVII. La iglesia y todo el convento tiene la firma del maestro de obras Clemente Ruiz, autor también del convento de las Fecetas.

Los Mínimos de la Victoria estaba situado en una zona que en el momento de su construcción se denominaba Campo Hospital y Campo Toro; unas denominaciones que estuvieron en vigor hasta el siglo XIX. Se trataba de un entorno que alternaba lo urbano y lo rural-agrícola. Casi contiguo al convento se localizaba el Hospital de Nuestra Señora de la Piedad y los Pobres Convalecientes, hoy Hospital de Nuestra Señora de Gracia. Esa zona la completó en el siglo XVII el convento de los Predicadores de San Ildefonso.

La zona conserva en buena parte la trama general urbana y algunas de las calles mantienen también edificaciones históricas.

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